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“No
anticiparé mi salida ni buscaré la reelección” afirma el titular del IFE
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“Celebro
que no se presente a la reelección, para que se evite la pena”: coordinador de
diputados del PRD
por: Cristian Ángeles
El Partido de la Revolución
Democrática (PRD) recibió ya una carta de parte del presidente del Consejo
General del IFE, Leonardo Valdés Zurita,
como respuesta a las anteriores declaraciones del coordinador de la bancada del
PRD en San Lázaro, Silvano Aureoles, quien el pasado 8 de febrero pidió y
exigió a Valdés que “tenga dignidad y se retire del cargo”, refiriéndose al
reciente desempeño del IFE en las pasadas elecciones y a sus decisiones
tomadas. La misiva, en palabras de Aureoles, “No es una carta de amor, pero sí
es una buena noticia para el país”, en ella, el titular del IFE asegura que no
cesará su cargo antes de lo establecido por la ley y que no se presentará a la
posible reelección del cargo que ocupa ya que, dice, “los dichos de Aureoles y
Zambrano carecen de fundamentos y vulneran la imagen del IFE” y argumenta que no someterá su reelección a
personas carentes de objetividad (refiriéndose a los perredistas).
Alejándose de estas declaraciones
meramente mediáticas, hay que valorar ahora en qué posición queda el IFE y sus
repercusiones, si es que las hay, en el terreno de la democracia nacional.
Cuando Jesús Zambrano y Silvano Aureoles exigieron el inmediato cese del
mandato de Valdés Zurita lo hicieron, evidentemente, por el polémico y hasta
deficiente desempeño del IFE en las pasadas elecciones y los eventos
consecuentes: desde la supuesta “ocultación” y cambio de votos en las casillas,
el mal conteo de boletas y “el hacerse
de la vista gorda” ante inequidad de competencia partidista, hasta los fallos y
resoluciones de los casos subsecuentes a la elección presidencial, como el
denominado MonexGate y los polémicos
topes de campaña de los partidos contendientes.
Muchos (y me incluyo) se sorprendieron
cuando a finales de enero de este año, el IFE declaró que en el caso Monex, en el que estaba (o está) inmerso
el PRI y el ahora presidente Enrique Peña Nieto, no se encontró motivo de
sanción al partido y tampoco de inconstitucionalidad a pesar de que se comprobó
triangulación de recursos de “dudosa procedencia” y sin justificación de gastos.
Esos muchos (me vuelvo a incluir) también se sorprendieron cuando días después
se diera a conocer que quien realmente rebasó los topes de gastos de campaña
fue el ex candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador con un gasto
total de 336MDP, y que el de EPN había sido sólo de 215MDP. Así es… no es un
cuento ni un chiste de mal gusto, es la realidad mexicana; ese que
descaradamente compró y manipuló votos, ese que innegablemente pactó con
Televisa para persuadir la decisión y opinión del pueblo (como lo demostró el
diario británico The Guardian), ese
que no sabe qué decir de los más de 66MDP del caso Monex, ese señores… ese es ahora nuestro presidente.
Y el IFE… bien, gracias. Pero es
evidente que no se puede afirmar que una persona sea la responsable directa de
todas esas cuestiones, sin embargo, de quien se habla es el presidente del
Consejo General del IFE, el mandamás por así decirlo. Entonces, ¿hasta qué
punto podríamos decir que el cambio de presidente del órgano electoral mexicano
asegurará un giro democrático benéfico para la democracia? Lamentablemente no
lo podemos asegurar, pero tampoco negar, aunque –si me preguntan— no lo creo.
Lamentablemente, con el paso de los años, nuestras instituciones públicas han
demostrado ser un pequeño pero sustancioso círculo vicioso de piezas de
ajedrez, donde cada pieza puede ser eliminada y fácilmente reemplazada para
efectos prácticos de los intereses que beneficien a esferas de poder
específicas.
No soy quién para firmar que el ahora
titular del IFE, Leonardo Valdés sea una especie de “alfil” en el tablero que
es prescindible para el “rey” en turno y su victoria, espero que por el bien de
la nación me encuentre equivocado… pero mientras son peras o manzanas lo dejo a
su consideración estimados lectores.
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